El ombú o bellasombra (Phytolacca dioica) es una planta arborescente nativa de las Pampas argentinas y uruguayas. Pese a su tronco grueso y su gran porte (alcanza una altura de 10 a 15 m, con una amplia copa y grandes raíces visibles) es discutido si es un árbol, un arbusto o una hierba. De madera esponjosa y blanda, contiene grandes cantidades de agua, lo que le permite sobrevivir en el entorno de escasas lluvias de la pampa seca. Crece rápidamente, y es inmune a buena parte de los insectos que predan las hojas de la flora pampeana gracias a su savia tóxica. Su nombre es una voz guaraní que significa sombra o bulto oscuro.
Hojas y racimos de frutos del ombú.
Las hojas del ombú son de forma elíptica y buen tamaño, hasta 20 cm de largo, de color verde oscuro brillante (más claro en el revés). Aparecen alternas, al cabo de un pecíolo de escasa longitud. Las flores son dioicas, y aparecen en racimos terminales de color blanquecino. Su fruto es una baya de color amarillento, pardo claro en la madurez, que contiene semillas ovoides de unos 3 mm de largo y color negro brillante.
Generalmente se desarrollan como especímenes aislados, aunque algunas veces se han encontrado agrupaciones importantes de esta especie, como en la llamada "Isla de los ombúes" en el Cerro Arequita, Lavalleja y el "Bosque de ombúes", situado en Rocha, Uruguay, el cual es único en el mundo por su tamaño (extendiéndose por una franja de 20 km). Hoy día hay pocos ejemplares silvestres. Es fácil encontrar referencias al ombú dentro del folclore rioplatense y en la tradición gauchesca. Su amplia copa servía de sombra a los viajeros durante las horas de sol más intenso, ganándole el mote de amigo del gaucho y su respeto. Dentro de la poesía gauchesca, uno de las obras donde el ombú toma un rol predominante es Santos Vega de Rafael Obligado.